Venezolana se fue del país y acabó explotada tras oferta laboral engañosa en Egipto

«Me metí al baúl de un carro y escapé», recuerda la venezolana Rosmary Jiménez cinco años después de liberarse de la explotación laboral a la que estuvo sometida durante seis meses en Egipto, en 2016. Natural de Acarigua, estado Portuguesa, Jiménez cuenta en primera persona a El Tiempo que abandonó Venezuela porque sintió que su país no tenía nada más para ofrecerle.

Vivió con su mamá y sus dos hermanas menores hasta los 21 años en esa ciudad del centro occidente venezolano. Afirma que solo le faltaba un semestre para graduarse en Ingeniería Mecánica en la Universidad Nacional Experimental Politécnica de la Fuerza Armada (Unefa), pero señala que en 2015 su futuro quedó en el limbo.

«Anunciaron que la universidad debía cerrar temporalmente por la crítica situación de mi país. Ya no había plata ni siquiera para pagarles a los profesores«, indica al diario colombiano.

En ese momento decidió irse de Venezuela en busca de mejores horizontes que le permitieran ayudar a la economía familiar, que tampoco era la mejor. «Había días en los que desayunábamos y almorzábamos, pero no cenábamos. O almorzábamos y cenábamos, pero no desayunábamos», precisa.

A Rosmary Jiménez la alentaba también la experiencia de sus amigos, que ya no estaban porque habían decidido emigrar. Cuenta que entonces, al igual que una amiga de su prima, decidió aventurarse como niñera. La búsqueda del trabajo soñado comenzó a través de una famosa plataforma en Internet. En su caso, necesitaba que los empleadores en el exterior le pagaran todo para irse, incluido el boleto de viaje.

El sueño se convierte en pesadilla

Aunque su primera opción fue Alemania, luego Francia e Irlanda, fue una familia que vive en Egipto la que contactó a la joven luego de ver unas fotos de su trabajo con niños en una guardería en su perfil.

«Se veían unas personas muy pudientes. Su perfil tenía la estrella azul que indicaba que eran una familia ‘verificada’ y recomendada por la plataforma, así que confié. Me enteré de que la señora con la que iba a trabajar era doctora, el esposo tenía un colegio, su papá era ministro y la mamá era una reconocida médica en El Cairo», destaca.

La venezolana no podía creer que había sido escogida: «¡Me gané la lotería!«, exclamó. Pero el sueño resultó ser su peor pesadilla, dice luego de recordar que al llegar a la inmensa casa en El Cairo fue conducida a un cuarto que debió compartir con otras siete mujeres —tres de Nigeria y cuatro de Filipinas— que dormían en camas compartidas.

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